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EDITORIAL
LA OFICIALIDAD DE COMPLEMENTO TRAS 60 AÑOS

Como es bien sabido, la existencia de oficiales de complemento se remonta a 1918 prolongándose el "modelo" de entonces, con altibajos existenciales, hasta 1941. Durante tan largo período histórico hubo nada menos que una guerra civil y en ella, como cabía esperar, se alteró la configuración de tal institución castrense al arbitrarse dos modelos claramente diferenciados, según las partes en litigio: los Alféreces Provisionales y los Tenientes de Campaña.

Superada aquella situación, se institucionaliza con carácter casi "ex-novo" la figura del Oficial de Complemento al ligar su origen, preferentemente, a la condición de universitarios sus potenciales aspirantes. Así fue, en 1941, al crearse la Milicia Universitaria.

Pronto pasó a denominarse con las siglas de I.P.S., luego con las I.M.E.C. y más tarde como S.E.F.O.C.U.M.A. con las que hasta hoy ,el año 2001, ha existido. Pero el cambio de siglas, (motivado por las respectivas variantes en las normativas que regulaban sus "status"), no afectó para nada al origen de los oficiales de complemento formados a su amparo: todos ellos fueron y siguen siendo universitarios como condición previa. Tal condición supuso y supone algo social y culturalmente muy importante: entroncar el Ejército -los Ejércitos- es decir, las Fuerzas Armadas de España, con la Universidad. El mutuo beneficio derivado de ello ha sido evidente -la existencia de nuestra Asociación y de las demás Asociaciones hermanas de Tierra, Armada y Aire lo demuestra palmariamente sin perjuicio de otras más extensas relaciones- pues ha acercado ambas Instituciones hasta entonces no siempre aproximadas pese a fugaces entendimientos coyunturales.

Al contemplarse en estos años recientes -y ahora- la implantación de los Ejércitos profesionales, (e independientemente del juicio que nos merezca tal modelo por razones sociales, económicas, culturales y convivenciales) surge un problema hasta ahora no contemplado en su verdadera entidad: la necesidad de arbitrar sistemas que provean unas reservas que por sí mismo el modelo profesionalizado no genera; y es obvio que parte básica de esas reservas la constituye la oficialidad. Por supuesto que buena parte de esa oficialidad reservista nace y nacería de entre los cuadros de oficiales profesionales -muy especialmente sus empleos medios y altos- pero hay otros niveles de empleos de esa oficialidad reservista que o se genera desde la de complemento o no se generará mayoritariamente desde otro origen social diferente.

Al arbitrarse la reciente "Ley de Régimen del Personal de las FAS" fue rehabilitada la figura del oficial de complemento (aunque no como Escala específica, suprimida en 1989, lo cual creemos ha sido un gran error aunque partiese del deseo de racionalizar la existencia de escalas), pero, simultáneamente, la nueva figura del oficial de complemento contemplada en dicha Ley la hace fatalmente estéril, habida cuenta de que se parte de la inexistencia de un servicio militar obligatorio; las características del servicio previsto para esta nueva oficialidad, el "porvenir" reservado a su condición de oficiales tras el servicio activo, etc., hacen dificilísima -por no decir casi imposible- la propia futura existencia de esos oficiales de origen universitario.

Aunque en la citada Ley se parte de condicionar el reclutamiento de esa oficialidad a ser licenciado o diplomado universitario -condición teóricamente igual, o casi igual a la que ha regido para la procedente de IPS, IMEC y SEFOCUMA- la realidad más pura es que partiéndose de lo antes esbozado (no existencia de servicio militar obligatorio, "porvenir" reservado a sus empleos, etc.), se puede aventurar sin temor a error que a partir del 2002 fracasará rotundamente el previsto sistema de reclutamiento de oficiales de complemento de origen universitario. Y sin embargo, aún sin el menor asomo de clasismo por nuestra parte -el clasismo acaso pudiera venir desde otros parámetros- los Ejércitos necesitan de esos oficiales de complemento y la Universidad precisa no romper ese vínculo de unión con lo castrense. UNAMU, que proyecta conmemorar en el 2001 los 60 años que desde 1941 -creación de la Milicia Universitaria- al citado 2001, año en el que ha jurado Bandera y prestado servicio la última promoción de SEFOCUMA, insta a las Instituciones Militares -realmente al Ministerio de Defensa que ha de ser, en último extremo, quien arbitre la solución legislativa correspondiente- a que se reconsidere profundamente, no mediante "parcheo", lo contemplado en la Ley 17/1999 relativo a la oficialidad de complemento a fin de que no se rompa la trayectoria fecunda que sobre ella se ha experimentado desde 1941 á 2001.

Hay infinidad de fórmulas para atraer voluntariamente a los universitarios a la condición de oficiales de complemento, fórmulas no intuibles siquiera en la repetida Ley; y es necesario -y ya urgente- arbitrar de una vez la figura del oficial reservista (buena parte de ellos serían de origen universitario sí se acertase con la fórmula adecuada) más allá de sistemas tan equívocos como insolventes como alguno al uso.

UNAMU no pretende tener la fórmula mágica para todo ello pero sí que cree tener ideas al respecto, al menos sobre no pocos aspectos del problema. Desde tal premisa, nuestra Asociación se ofrece desinteresadamente a aportarlas. ¿Por qué nos preocupan los conceptos erróneos sobre la oficialidad de complemento y por qué abogamos por una racionalidad ausente al respecto?. Pues porque al margen, y además, de lo que una y otra cosa afecte al futuro del sector de esa oficialidad con origen universitario, lo que postulamos es un racional, bien estructurado y fuerte reservismo -en todos sus escalones orgánicos, no solamente en lo que afecte a la oficialidad- porque sin éste, los Ejércitos españoles, (necesariamente pequeños por ser profesionales, salvo que surja el milagro de que se reconsidere este modelo de la profesionalización total), no tendrían la fuerza y la solvencia operativa necesarias como para constituir un creíble factor de disuasión frente a peligros potenciales para España. Es decir, nos preocupa su inexistencia y abogamos por su creación por el bien de España, no por ninguna razón subjetiva ni por ninguna ensoñación endogámica de imposible existencia en nosotros.